La Fábrica

La Fábrica

Este martes, Carlos se despertó con un ligero dolor de espalda. Sabe que con levantarse a preparase el café y tender la cama, se le pasará esa molestia. Necesita estar listo para salir de su casa más tardar a las 6:30am. Tomará el camión rumbo a la fábrica dónde trabaja. Una hora de camino que se ha vuelto más pesada al traer el cubrebocas y tratar de respetar la sana distancia que tanto se recomienda, pero que es casi imposible de mantener en el trayecto.

Después de ese recorrido, con la calle llena de locales que dicen  SE RENTA, Carlos se consuela con haber conservado su trabajo todos estos meses. Extraña a su compañero Luis, a quién no le han permitido regresar a la planta por traer alta el azúcar. Su diabetes tomó otro significado, al etiquetarlo cómo población de riesgo.

Carlos empieza su rutina de todos los días. Prender la máquina y dejar que caliente por unos minutos. Siempre tiene que hacer unas pruebas. Primero entran las piezas rojas, luego las amarillas, y después de golpe, las verdes, moradas, rosas y naranjas. 

La primer prueba arrojó unos problemas en las piezas moradas. Han sido 3 semanas batallando con este mismo problema. Don Manuel, el encargado de mantenimiento, no ha podido regresar a la planta porque está guardando su cuarentena. Don Manuel, es asintomático, pero su prueba dio positiva y faltan 3 días para que permitan su regreso. Carlos, a su manera, arregla el problema del color morado para cumplir con el pedido del día. Hay que mandar un pedido grande a las bodegas de Soriana.

La fábrica de Confeti, dónde trabaja Carlos, sigue abierta y atendiendo pedidos. Al perecer la gente sigue celebrando cumpleaños, bodas, baby showers y despedidas de soltera. Aunque la calle está repleta de letrero de SE RENTA, la fábrica de confeti sigue entregado pedidos a supermercados, mayoristas y mercerías que no dejan de surtir todos los colores, incluido el morado. 

Hace poco me puse a ver las fotos de Leyda Luz. Los conciertos, la gente, las fiestas. Las explosiones de energía. Aunque muchas veces me quejé de las incomodidades de los festivales de música, confieso que me dan ganas de regresar a uno. Gente brincando, gritando, viviendo. Luces, sudor, humo, colores, confeti. De todos colores, incluido el morado.

Aún no podemos calcular cuando llegará el momento en que podamos estar en las escenas que aparecen en las fotografías de Leyda Luz. Mientras tanto vamos generando nuevas formas de celebrar. En grupos chicos, a escondidas de las redes sociales, probablemente estando más presentes. Entendiendo que la oportunidad de celebrar algo, es un privilegio.

En este mundo tan lleno de problemas, las fabricas de confeti siguen trabajando. Siguen produciendo papelitos de todos colores, incluido el morado. 

Brrrr

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Los pliegues

Los pliegues